Opinión: El ruido submarino, un asesino no tan silencioso

Los expertos marinos se reunieron en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York del 18 al 22 de junio de 2018 para debatir acerca del ruido submarino antropogénico. El Dr. Bradnee Chambers, Secretario Ejecutivo de la Convención sobre la conservación de las especies migratorias de animales silvestres (CMS), describe las repercusiones de este tipo de contaminación en la vida silvestre marina y expone algunas soluciones.

BONN (IDN) – Los logros de la humanidad son increíbles: las Pirámides de Egipto, la Gran Muralla China, la literatura, la música, las telecomunicaciones, la medicina y, unas pocas décadas después del primer vuelo propulsado, Neil Armstrong pisó la luna.

La parte negativa es que la imaginación humana no parece tener límites en lo que se refiere a las maneras de contaminar los océanos del mundo; estos entornos se han usado como cloacas abiertas a las que se han vertido aguas residuales no tratadas, se utilizan como un vertedero en el que se han acumulado toneladas de plástico a lo largo de los años, y, por si fuera poco, también estamos llenando los mares de ruido.

El océano dista mucho de ser un entorno silencioso: los fenómenos naturales, como los terremotos, las mesetas de hielo cambiantes, el viento y la lluvia, contribuyen a generar ruido, y el sonido viaja cinco veces más rápido por el agua que por el aire, pero la vida marina se ha adaptado a estas situaciones.

Lo que perturba el equilibrio es el aumento del número de actividades humanas que crean una cacofonía con efectos devastadores y de amplio alcance en una gran variedad de animales, desde los más grandes hasta los más pequeños, desde las ballenas, los delfines, los osos polares, las focas, los leones marinos y las morsas, los manatís y los dugongos y las nutrias, hasta los peces, los crustáceos y los cefalópodos, ya sean presas o depredadores.

De hecho, una investigación reciente demuestra que los peces y los invertebrados marinos cada vez se ven más claramente afectados por la creciente contaminación acústica. Estos últimos conforman la base misma de la red alimentaria marina, y muchas especies de peces también son importantes para la seguridad alimentaria humana y revisten interés comercial.

Durante el último siglo, los niveles de ruido en los océanos han aumentado considerablemente debido al mayor número de actividades humanas en el entorno marino. El ruido antropogénico afecta a hábitats y áreas protegidas fundamentales, y también a muchos tipos de vida marina.

Dicho ruido procede de numerosas fuentes, como el sonar militar y civil de alta potencia, el transporte y el tráfico de embarcaciones, los estudios sísmicos, los trabajos de construcción, las plataformas en mar abierto, los experimentos de exposición al sonido y reproducción, los dispositivos acústicos de disuasión (emisores de ultrasonidos que evitan que animales como los delfines se enreden en las redes de pesca), la transmisión acústica de datos, y las turbinas eólicas, mareomotrices y undimotrices. Tanto si se añade un estruendo de fondo constante como si se producen estallidos repentinos de sonido explosivo, esta forma de contaminación generalizada está pasando factura a los animales marinos.

Los animales expuestos a niveles elevados de ruido antropogénico durante períodos de tiempo prolongados pueden sufrir lesiones directas, hemorragias internas, daños en las vejigas natatorias o pérdida permanente del oído y un funcionamiento deficiente de los órganos sensoriales o incluso la muerte. El ruido enmascara sonidos naturales importantes, como, por ejemplo, la llamada de una pareja u otros miembros del grupo social, o el sonido que hacen las presas o los depredadores.

Los mayores niveles de estrés resultantes hacen que los animales modifiquen su comportamiento, pues a veces el estrés los ahuyenta de hábitats importantes, como las zonas de alimentación; también causan una reducción del éxito reproductivo, lo que repercute negativamente en la viabilidad de las poblaciones a largo plazo.

Debido a la riqueza de recursos del océano, tales como las pesquerías y los minerales, los países protegen con celo sus aguas territoriales. Se izan banderas en islotes aparentemente insignificantes y se envían aviones de combate a patrullar para disuadir a los vecinos invasores. La creciente población humana del planeta necesita que se transporte alimento, energía, empleo y mercancías desde el punto de producción hasta el mercado y el consumidor.

El envío marítimo sostiene el 90% del comercio internacional, y su volumen se ha cuadruplicado en el período 1992-2012 a lo largo de algunas rutas muy frecuentadas. Los océanos pueden contribuir a satisfacer esta demanda, pero explotarlos de manera imprudente, sin tener en cuenta el daño que se puede causar, solo logrará que se acumulen los problemas para el futuro.

Dado que las especies migratorias en peligro no respetan las fronteras nacionales, se hizo necesario un instrumento internacional a fin de que se tomaran medidas adecuadas para protegerlas a través de las fronteras internacionales, y por esa razón en 1979 se estableció la Convención sobre la conservación de las especies migratorias de animales silvestres (CMS), que hoy en día cuenta con 125 países participantes y la Unión Europea.

Reconociendo el carácter transnacional de la amenaza que supone el ruido submarino para la vida silvestre marina, la CMS ha elaborado un conjunto de directrices respaldadas con información técnica de apoyo, que exponen en detalle los elementos que deben tener en cuenta los instrumentos de planificación, como, por ejemplo, las evaluaciones del impacto ambiental, antes de que se permita llevar a cabo en el entorno marino operaciones que puedan resultar dañinas.

La alta mar corre el riesgo de convertirse en el nuevo Salvaje Oeste, el escenario de una batalla campal en la que los recursos que allí se encuentran se consideran un objetivo legítimo, y quienes repartan más codazos y tengan más fuerza en los músculos reclamarán su parte del botín sin apenas tener en cuenta las consecuencias.

Es necesario que cambiemos de actitud y reconozcamos que lo que no pertenece a nadie no está ahí para que cualquiera se adueñe de ello, sino para que todos lo compartamos y lo cuidemos. Debemos tomarnos en serio nuestras responsabilidades y velar por que los océanos sigan siendo un hábitat adecuado y tranquilo para los animales que dependen de ellos.

El Dr. Bradnee Chambers es el Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas sobre la conservación de las especies migratorias de las Naciones Unidas.

Last updated on 12 September 2018